Con igual destreza con que hilaba sus
trenzas del color de la luna menguante, que arrastraba tras ella, enmarañadas
en sus piernas, con esa maestría que los años de experiencia la vuelven innata,
así, ágilmente, batía las manos removiendo en ellas el destino, mi destino que
irremediablemente se cumpliría sin que yo pudiera hacer nada al respecto pues…
ya todo estaba dicho, escrito, planificado desde los tiempos divinos, los
tiempos de Dios, siglos para mí, un hálito para Él ¿Qué sentido tenía, dadas
las circunstancias, transportar al presente esas lágrimas que habría de verter
en un futuro no muy lejano?
- Ración infinita de líquido salobre
brotará de tus ojos por ser poseedora del signo- pronunció con la voz impasible
del que está preparado para vaticinar sufrimiento, amores mancillados,
traiciones, maldiciones que recaerán como sangrientas espadas destrozando esos
sueños que archivaste en un cofrecito alado, esperando el momento de lanzarlo
al aire para que tus deseos te sean conferidos. Pero no, no había ilusiones, el
cofrecito protegía desvaríos de mi existencia presagiando espejismos.
- No quiero saberlo.
- Pues aquí acudiste, yo no te traje, y
aquí te quedas- La altanería dejaba expuesto su ego; ella, la señora de las
visiones, se nutría de angustias e ingería expiaciones.
Me levanté de la silla, me situé tras
ella y emprendí la peliaguda tarea de deshacer sus trenzas con la intención
de distraerla; quizá volviera a hilar
sus trenzas y se olvidara de mí y mi
estremecida apariencia.
- El signo que traes no se puede
subsanar, es señal incorruptible puesto que el sol se instaló en la manivela de
la bóveda el día que te corporizaste para cumplir con el hierático propósito de
rectificar tu oscurantismo, justo allí, en el espacio en el que nunca serás
invisible pues tus cualidades tendrán la fosforescencia que brille por sobre el
resto de los humanos, y siendo imperioso para ellos, los opacos, los que no
tienen nada bueno para ofrecer, hacer de tu existencia un mundo de desgracias,
te fustigarán hasta llevarte a la autodestrucción.
- ¡No es cierto, estás mintiendo! Toma
tu paga y cierra la boca pues yo no te creo- Las monedas de oro arrojadas en su
rostro se unieron en una tiara que engalanaron su extensa cabellera, ahora de
un bruñido digno de un ser candoroso, y que la dócil brisa meneaba ocultando su
rostro tras la espesa melena.
Alas se le desarrollaron ante mi
aturdida contemplación. Enrolló la cortina que separaba el gabinete donde nos
encontrábamos del resto de la vivienda y una enorme esfera de cristal apareció
ante mí.
No tuve tiempo de huir, ella, la
pitonisa, me tomó de un brazo y juntas penetramos en la extraña burbuja. El
cielorraso se abrió como si fuera una compuerta para darnos vía libre en un
vuelo que nos transportaría a un destino inesperado: El pasado, ingrato y
penoso pasado que no deseo recordar pero he de mirar pues ella clavó agujas en
mis párpados, impidiéndome cerrarlos. No era tanto el dolor punzante en mis
membranas como aquello que veía.
La niña pequeñita, sentada en un
rincón, lloraba mientras sus pares hacían un círculo en torno a ella.
- Ronda, ronda, ronda de la tonta
blonda, ronda, ronda, ronda de patitas de tero, ronda, ronda, ronda de la mal
querida- Canturreaban los perversos niños.
Avanzamos una década y descubro a la
menuda adolescente de trencitas doradas y calza corroídas, arrebujada en el
lecho, los ojos vidriosos, suplicando a su Dios que le manifieste el amor, pero
el amor no llegaba.
- Llora, llora, llora niña linda,
llora, llora, llora que me gusta sentir tus gemidos en sombrío encierro, llora,
llora, llora mujer que divulga carencias, llora, llora, llora con esos ojitos
opacos y yermos.
Dos décadas más. El tiempo no es
tiempo, el tiempo es emisión que encandila mi visión, más cuando la esfera se
detiene, allí está ella, la hembra fecundada.
- Llora, llora, llora mujer que da
vida, llora, llora, llora mujer egoísta, llora, llora, eternamente llora por
tener aquello que menoscaba nuestra imposibilidad.
A la velocidad de la luz, damos un giro
y avanzamos veinte lustros hacia el futuro. Intento comprender ¿Quién es la anciana que con valentía afrontó los
fantasmas, traspasando con fiereza, huracanes y volcanes, y ahora, vencida,
espera la partida?
- Llora, llora, llora anciana de huesos
enfermos; llora, llora, llora anciana sin dueño; llora, llora, llora, tu final
se acerca, y aquí estamos nosotros rodeando tu lecho de muerte; llora, llora,
llora mientras nosotros reímos y cantamos la sacra letanía de tu agonía; llora,
llora, llora, y llévate el estigma que fue tu compañía.
Imaginación que tienes, amiga mía. Se me da muy bien logrado. Siempre es un placer leerte.
ResponderEliminarBeso
Gracias, Pichy, amigo del alma, besos!
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