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viernes, 9 de marzo de 2012

RENACER- PARTE 6

Quiso levantarse de la cama y no pudo, sentía que su cuerpo pesaba toneladas; se tocó la cara, hervía. Una vez más intentó ponerse en pie pero no pudo, tiritaba, evidentemente tenía fiebre, le dolía la garganta, le costaba tragar la saliva, necesitaba un vaso de agua - bendita costumbre de dejar una botella y un vaso en la mesita de noche- Bebió con dificultad y volvió a acostarse, no tenía fuerzas. Pasaron dos horas, quizá más; la fiebre lo había abatido, volvió a dormirse.
Golpearon a la puerta, se paró vacilando y abrió; era la encargada.
-Llamó su patrón, que si no piensa ir a trabajar o qué.
No pudo contestarle, las palabras se negaban a ser pronunciadas.
-Oiga, joven, usted está mal ¿Qué le pasa, hijo? No me asuste.
-Me siento muy mal, creo que tengo fiebre.
-Pero, caramba, acuéstese entonces, vamos que lo ayudo ¡Qué barbaridad, pero si está volando de fiebre! A ver, levante las piernas...eso es, así, muy bien. Ahora se me tapa y se me queda acá, quietito, voy a buscar un termómetro- Salió dejando la puerta abierta. Ignacio se sintió aliviado, una mano que lo auxilie no le venía nada mal. A los pocos minutos entró la doña trayendo el termómetro.
-Vamos a ver, levante el bracito, eso es, muy bien, ahora me lo deja apretadito, no vaya a caerse y romper que se lo agrego a la cuenta ¿Eh?- le dio una palmadita cariñosa- Estese quietecito que ya vuelvo. Pobre criatura ¿Será que no tiene familia este cristo?
Regresó con una olla con agua fría y unos trapos, los embebió y se los puso en la frente. Le quitó el termómetro.
-¡Jesús, hijo, tiene casi cuarenta grados! ¿Quiere que llame al médico?
-Sí, por favor.
-¿Tiene obra social?- Ignacio no respondió- Siempre haciendo preguntas estúpidas, yo. A ver...déjeme pensar...¡Ah, sí, ya me acordé, ciento siete es el número de emergencias!
Pasaron diez minutos que para Ignacio fueron una eternidad.
-Listo, ya llamé, enseguida vienen ¿Quiere agua o le hago un tecito con limón?
-Agua, por favor.
Tocaron el timbre; la encargada se apuró a atender.
-Pase, pase, doctor, perdone el desorden, el chico tiene mucha fiebre, no tiene familia, es mi inquilino y hoy no fue a trabajar, a mí me llamó el patrón y cuando vine lo encontré así.
-Déjeme con él, señora, lo examino y la llamo.
-Sí, por supuesto, doctor, póngase cómodo, ahí tiene una silla, si quiere tomar algo...usted también, joven- se dirigió al chofer de la ambulancia- Me avisan cualquier cosa, permiso, permiso.
El médico y el ambulanciero se miraron y rieron.
-Con una mujer así no hay modo de estar sano. Contame ¿Qué tenés?
-Mucha fiebre, cuarenta, me duele la garganta, no puedo tragar la saliva y me cuesta respirar.
-Sentate y levantate la camiseta- Lo auscultó, le pidió que tosiera, le volvió a tomar la temperatura y por último, palpó el abdomen. Se dirigió al ambulanciero-Llamá a la señora.
-Aquí estoy, doctor ¿Todo bien?
-Me temo que no, señora, lo tenemos que trasladar al hospital para hacer estudios, parece que hay algo a nivel pulmonar.
-¡No me diga! ¿Una pulmonía?
-Lo llevamos y lo estudiamos, entonces tendremos un diagnóstico. Necesitamos que lo acompañe alguien, no podemos llevarlo solo.
-No, claro, me imagino, yo voy con ustedes ¡Rosaaaaaaaaa!-gritó con su vozarrón- Hacete cargo que me voy al hospital con el chico.
-Buenoooooooo-se escuchó el grito desde el exterior.
-A ver, hijo, vamos a vestirte.
-No hace falta, señora, lo vamos a transportar en camilla. Prepare la ropa y llévela consigo.
                 Imagen tomada de Internet

Continuará...