Veo la tristeza en tu mirada, y me angustia, amigo del alma ¿Sabes por qué?
Porque siempre fui parte de tu historia. De un modo invisible, permanecí a tu
lado en los momentos más difíciles, en los días de sol, en el ocaso, en las
noches fértiles, febriles, y también en esos días pletóricos de risa. Siempre
estuve.
No me mirabas, es verdad, pero yo, de todos modos permanecía impasible a tu
lado. Esperaba que notaras mi presencia pero no lo conseguía. Yo no era tu
prioridad; había un reino que te pertenecía, un trono en el que te sentabas,
orgulloso de recibir aplausos, falsedades que te satisfacían. Porque…no me lo
niegues, tú sabías que ellos eran unos vulgares adulones, que no les importaba
tu esencia, a ellos sólo les interesaban tus riquezas.
Pero hoy caíste y te sientes solo ¿Dónde está ese cúmulo de adeptos? Te
preguntas con la cabeza vencida, la espalda encorvada, las piernas tan débiles
que ya no pueden sostenerte.
Tu aposento, otrora lecho de pasiones consumidas, transmutó en prisión. No
puedes salir de allí. Los años han pasado entre intemperancias; los años que
tan agitadamente viviste, se fueron, y hoy sólo queda el despojo de ese grande
que fuiste.
Fuiste… ¿Duele la palabra, no es cierto? Pero duele porque al momento
comprendes que es una desgracia, que es ley impoluta. Nada se le puede reclamar
a la vida, no cuando uno decidió vivirla a su modo. Y eso está bien, así debe
vivirse.
Pero entonces ¿Por qué la tristeza? No te culpes más por lo que no hiciste,
no te reproches más por lo que hiciste. El tiempo de revertir se agotó. Tuviste
ocho gloriosas décadas para mirar desde otro ángulo, pero elegiste el que te
hacía sentir perfecto.
No hay más cristales, se marcharon los aduladores, perdiste tus honores, y
ahora, frente a mí, veo un anciano despojado de ilusiones.
Mírame, por favor, abre los ojos y mírame. Ya no pienses más en el pasado y
sus vaivenes. Tu presente está a punto de concluir y aunque sea una vez,
obséquiame tu mirada, tu última mirada. Yo he de tomar tu mano, he de acariciar
tu rostro, he de permanecer a tu lado, he de decirte que fui feliz mirándote,
aunque mi lugar siempre fue un oscuro rincón.