El torbellino me coge pernoctando; mi entidad se pliega
con enérgica agitación ¡Se fue, se marchó! Bramidos que el ciclón transmuta en
ecos de afonía.
Ausencia intensa que deja en el olvido la animosa
presencia de ese tronco que los siglos mantuvieron erguido, más bastó un sólo
reproche para escindir las raíces y abatirlo cual hoja que de la estirpe se descose.
Es soberana la oscuridad. El miedo y la pena, cortejos
de un período remoto.
La esperanza se licúa entre lloros que impelen a
cerrar los ojos al tiempo que deforman el rostro: labios agrietados, piel
curtida, pliegues que revelan las emociones forjadas desde el gozo y la zozobra
alternando albor y crepúsculo, resplandor y oscuridad, ascensiones y
declives…Ave Fénix que se funde en las cenizas.
Se perdió la belleza, se extinguió la luz. Se
impone el reto, y aunque no se desee, corresponde expandir las alas y lanzarse en
búsqueda de nuevos cielos donde se inhale paz.