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lunes, 26 de mayo de 2014

VUELA, CRYSÁLIDA, VUELA


Perder, perder, todo el tiempo perder… Perder instantes que fueron y ya no serán. Perder la risa que a cuentagotas nos visita; perder esos sueños que no exigen estar dormidos para ser interpretados.
Perder la suerte, perder las ganas, perder el néctar que endulza tibiamente los días.
No se puede perder todo el tiempo, no se le debe consentir a la vida tanta vanidad; vieja hambrienta que mordisquea las esperanzas sin siquiera interesarle si son salobres o si saben a helado de vainilla.
Cada mordida duele como punzada aguda en el músculo cardíaco. Y la postrema espera: El final de la existencia  ¿Es que acaso puede llamarse vida a esta interminable seguidilla de penas? ¡Ah, vida, vida! Arremetiendo como el Simún contra la nobleza de las arenas del  desierto.
No, eso no es vivir, eso es perdurar, y finalmente, el hastío tan vigente, sujetando las raíces del pasado.
¿Dónde hallar la caritativa mano de la expiración que conduzca al túnel de luz inmaculada que te envuelve como un sensible amante, consagrando calor y ternura?
Más la muerte no comparece.
El dolor es sólo indicio de una nueva pérdida. Derroche de horas haciendo balance, llenando hojas con “debe y haber”, la tinta roja agotada, la sangre que transita por las venas, las arterias y los capilares, para hilvanar con su torrente cada despedida.
Hojas en blanco extinguidas ¿Dónde escribir sino en mi propia piel? Signo-eczema… cada pústula, un nuevo quebranto revistiendo mi dermis que perpetúa la carencia del consuelo, que exonera el pecado de ser cuando no se debió ser.
Busco la evasión en el sueño. Soñar ¿Para qué, si al despertar se comprende que los sueños, sueños son?
Blanca túnica que reviste mi cuerpo cual cárcel lapidándome el alma.
Poco a poco, sin obviar centímetro, va recubriéndome de una gruesa, agrietada y acartonada lámina negra hasta mutar en cascarudo, peregrino de siglos en busca de  la gruta donde habitan ellos: cofradía de perdedores. Ser lo que se debe ser.
Ente vivo que descubre el júbilo oculto tras el impenetrable escudo.

Nada sale, nada entra…