¿Qué ves cuando tu mirada se posa sobre mis pasos? Es acaso esa interrogante
que nunca obtendrá respuesta pues…tan obtuso y finito es el orbe que te rodea,
que no logras distinguir más allá de lo que tus ojos pueden mostrarte.
Entonces, olvida esta pregunta, pues no hay cabida para los ajenos en estos,
mis mundos de cielos alternativos. Estos sabores no se guisaron para ti.
No lo crees posible…
-No hay más espacio que la zona en que nos encontramos; todo lo por ti
pronunciado, es falacia, artimaña para
instaurar la anarquía de tus impúdicos trazos - Sentenciarás en un postremo pujo
por sacudirte la aprensión que se aglutina en tu piel como masa viscosa, orientando
tus energías en demoler aquello que te es incomprensible.
Vas con la redecilla en la mano, corriendo por tus áridas superficies,
intentando atraparme cual mariposa. Te ufanas de haberlo logrado. En tu rostro
se dibuja una mueca de complacencia al creer que el pánico hace presa de mí,
más te aseguro que no hay ni una pizca de temor, sólo hay una sarcástica
expectación de tu bastarda condición de ente fracasado.
No lo crees posible…
-¡Lo conseguí, lo conseguí! Enjaulado entre los barrotes del olvido, la
censura y el amordazamiento, ya no será el vociferante narrador de sueños
fantásticos- gritas eufórico, al tiempo que tus semejantes, carentes de
argumentos, te aplauden, a la vez que revolean sus rabos divinizándote como el semidiós
liberador de “los orejas largas”.
¿Cuánto tiempo, crees tú, que me tendrás en la cripta que minuciosamente
construiste para mí? ¿Treinta días? Eso te dijo el amo del reino de cuadrúpedos
que se obstinan en pisar suelo firme, mientras el barrizal los va tragando.
Insólitamente, me esfumo ante tu pasmada visión, dibujando en tu cara ese
desconcierto que te vuelve tan irreal, desnudando tus calumnias, tu
intolerancia, tu envidia.
A salvo de tu mezquindad, retorno a mis mundos alternativos y mi magia
se agiganta, pues…tú no eres digno de detener lo por mí manado. ¡Apártate de mi
camino o pisotearé tu cabeza de asno!
Autores de la prosa: Myriam Jara y Oswaldo Mejía (A los inquisidorcillos
y censuradores)
Imagen: Oswaldo Mejía