Fue
imperativo, pero impartido desde el aliento, y sin embargo sentí la presión
ejercida sobre mi atiborrada masa encefálica, dejándome en situación de
parálisis, o incapacidad para discernir si realmente deseaba o no abrir esa
puerta que me llevaría a un lugar ignoto, remoto, extraño.
¿Qué
más da? Definitivamente ya no estoy a gusto en este sitio en el que habito
desde hace diez lustros. Aquí, sí, aquí donde pasé mi sórdida existencia,
ocultándome tras protervas máscaras que me condenaban al eterno autoengaño.
Aquí el horror se hizo presente cuando aparecieron ellas…
Debía
dar el paso, el gran paso. Convenía traspasar esa sutil línea que marca los
límites entre lo que fui y lo que deseo ser. En la línea estoy parada, pero no
puedo quedarme en este punto eternamente. El aquí es la negación y ya no quiero
más signos horizontales, únicos, dispersos.
Voy
por la cruz; no la que pesa, sino la que te conduce directamente a ese espacio
donde la luz no enceguece mi visión, sino que las esfuma a ellas… ¿La cruz es
la señal? Veremos…
En
fin, se acabó el titubeo, no sé que hay detrás de esta puerta; de todos modos voy
a abrirla y que venga lo que tenga que venir.
No
me sorprende…puertas…más puertas…siempre hay puertas que me obstruyen la salida.
Pero para mi sorpresa, estas están abiertas, como invitándome a pasar. Dudo,
lógicamente, dudo pero… están abiertas.
Alcanzo
a oír melodías. Algunas inquietantes; otras me transportan a ese estado de paz
que poco y nada conozco pero me agrada.
También hay destellos luminosos e intensos.
Me
acerco a la primera. Elijo al azar. Da igual, si en definitiva, todo me resulta extraño.
Estoy
a punto de penetrar a esa habitación cuando la puerta se cierra de golpe
haciendo temblar el piso ¡Caramba, parece que erré en mi elección! No es
importante, voy por otra pero ¿cuál?
Temo
volver a equivocarme, y no me gusta lo que ocurrió, no deseo que vuelva a
suceder. Pero vuelve a ocurrir; una vez más, el maldito estrépito de la madera
a punto de golpearme en el rostro.
No
voy a darme por vencida. Aun me quedan varias; alguna de ellas deberá abrirse y
será, precisamente, la que contenga la señal.
Sucesivamente,
una por una, van desalojándome antes de introducir un pie, más no sea para
husmear, pero nada, no puedo hacer nada…O sí, volver a mi celda de siempre.
Mañana…tal
vez mañana…
Por
hoy ya tuve suficiente. Deberé esperar la nueva orden…