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miércoles, 29 de febrero de 2012

RENACER (PARTE 1) UN CUENTO DE MYRIAM JARA

                               

Esa mañana, la discusión comenzó más temprano que de costumbre. Había pasado mal la noche y últimamente le costaba conciliar el sueño. Era frecuente dormirse pensando en un despertar violento. Cada sermón de Agustina le despedazaba un poco más el corazón y la vida, le desgarraba la piel y el alma.
La amaba con todo su ser, ellos eran uno, lo sabía pero no era fácil lidiar contra el resto, aquellos que formaban parte de su entorno más cercano: La familia.
Había intentado, de a poco, casi sutilmente, presentar a Agustina pero invariablemente la negaban, la impugnaban, no la conocían y tampoco tenían intenciones de hacerlo.

-Siempre fue el conflictivo de la familia- Juzgaba su tía mayor.

-Yo no sé por qué no lo echás de una patada- Sugería algún primo.

- A mi no me metan en este asunto; nunca me dieron el lugar de padres, cada vez 
  que intentaba decir algo me hacían cerrar la boca- Se justificaba el progenitor.

- No, si ahora resulta que soy la culpable de todo ¿Por qué no se hacen cargo un   
  poco cada uno, eh?- era el argumento de la madre del "indeseable".

La única que guardaba silencio era Mariela, su hermana menor; ella quería a Ignacio y estaba dispuesta a aceptarlo y aceptar todo aquello que fuera parte de él pero ¿Quién la iba a escuchar?

- Vos, mocosa, ponete a estudiar y no te metas en asuntos de adultos.

- ¿A qué edad se es adulto, abuela?
Solía preguntarle Mariela a la única persona de la familia con quien podía abrir su corazón, probablemente porque también fue repudiada por sus padres y hermanos cuando, con cuatro hijos a cuestas, tomó la decisión de abandonar a su marido. No era de mujer decente, allá por mediados del siglo veinte, salir a la vida en busca de independencia, cerrar la puerta a un cúmulo de desilusiones y desencuentros. Eso había sido el matrimonio de la abuela de Ignacio, Mariela y otros tantos.

-Ya no está en edad de educar hijos y quiere opinar sobre los nietos; para
educarlos estamos nosotras- Siempre arrogante con su tono imperativo, la mayor de los cuatro hermanos.

                             Continuará...