Quién sabe cuándo sucedió, cómo comenzó,
escasamente la precaria certeza del tiempo acaecido ¿Dos horas, dos días, dos
semanas, dos años? Atemporal nuestra orbe, es factible que sean dos siglos…
Aconteció casi sin darnos cuenta,
sólo ocurrió dejando un resabio acerbo en la boca y los ojos sin luz. Sin claridad
nuestro orbe por la deserción de constelaciones, ni el astro mayor ni las siete
esferas plateadas ni esas minúsculas lamparillas que al ser millones enfocaban
el trayecto que anduvimos juntos…
Hubo aullidos de sufrimiento, hubo frases
corrosivas, hubo lamentación y sermones… Se elevó un murallón entre los dos y a
la sazón, la fosa que nos apartaba más y más sumiéndonos en ese sombrío recogimiento
que acabó con la sensatez, fragmentando la paz, desobedeciendo al amor.
Antenas averiadas que no emiten ondas y fue
entonces que en ese tácito mutismo nuestras manos se desasieron.
Ahora surcamos los limbos buscándonos
descorazonadamente, mas si brinco a una nube… ya resides en aquella que me es
ajena… si me buscas en la pradera… estoy en el colina… si buceo en el mar esperando
descubrir tu sombra en las honduras no hay más que brechas imposible de
sortear…me atraen… me devoran… me quitan la savia que es alimento de mi
existencia.
Tú escalas los picos nevados,
encumbrándote, perpetuándote en la gloria. Sin embargo es delirio fugaz…
Adviertes que tu vida es un desierto sin manantiales ni oasis para apaciguar la
sed, para expulsar o asimilar la arena que penetró en tu garganta…
Cacofonías confusas brotan de tu boca,
súplicas de ayuda emergen de la mía y el eco los emite mas el furibundo
vendaval los extiende a espacios desafortunados donde las trabas son progenitores
de nuestra aflicción.
Poseemos las palabras, tenemos las
ganas, somos dueños de los sueños pero carecemos de osadía para escapar del doloroso
péndulo en el que estamos montados, tu en el tuyo, yo en el mio… miles de
kilómetros uno del otro.
La lejanía es la medianera que abate
la espera ¿O hay ausencia de confianza?
Oscilamos entre la felicidad y el desánimo,
hacemos un alto en la indolencia para recomenzar el vaivén de aquí para allá.
Sin importar hacia dónde miramos, no hay encuentro… hay vastedad de suelos
estériles.
Se eclipsaron los colores, se los engulló
la ira…todo es negro, todo es incertidumbre, todo es una gran perplejidad.
Hacia la izquierda, optimismo… hacia la derecha, reminiscencia de lo que pudo
ser pero no fue…
En la embriaguez gritamos ¡TE
AMOOOOOOOOOOOOO! Desde la nulidad aullamos ¡TE ODIOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! No
hay odio y sin embargo es la expresión que cobra más fuerza induciéndonos a dimitir
el recelo y volver a descubrirnos.
Hasta la próxima vuelta en que la
noria vuelva a girar en el caos, el desánimo,
el desasosiego, el calvario…