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viernes, 29 de septiembre de 2017

LAS TRES ARPÍAS



No tiembles, Benazir, ya estás conmigo, tu amado Jalil, ferviente amante, amo y esclavo. Has llegado hasta mí atravesando los muros de piedras Moriscas, desafiando a los que nos condenaron a vivir separados… tú, en esa fría celda… yo, en este repugnante pantano y ahora que me restituiste mi identidad, ahora que puedo recordar aquella noche ardorosa en que me brindaste tu esencia y piel y te hice mía, no serán estas hienas las que nos impedirán estar juntos por siempre, no mientras este león que recuperó la pujanza que de caballerizo dotado estaba, no ha de faltarme coraje para hacer frente a los demonios que me hundieron en el estiércol.

¡No riáis, hijas del demonio, pues ya no les temo ni a sus pezuñas ni a sus fanales que destilan odio color púrpura! Pensasteis que sería vuestro por siempre pero la Dama Nívea trajo a mi doncella y destruyó a vuestro supremo ente sombrío. Él ya no puede dañarnos, no desde la morada del silencio y la oscuridad donde preside el lloro de entidades más prietas que la del mismo Luzbel.
Bien sé que pensabais que sería eternamente larva del cenagal. ¡Pues estáis equivocadas! Es natural,  también yo lo concebí eterno, pero ahora veo la luz y reconozco el camino, el punto exacto debajo de la bóveda celeste cubierta por frondosos árboles donde las huestes del Califa me abandonaron a mi suerte, a la doliente soledad que se quebró con la presencia de tres arpías envueltas con alas de ángel. Sí, lo admito, tuve miedo al verlas vez ante mí. A pesar de la belleza y voluptuosidad que ocultaba su fiereza, esos ojos que miraban ávidos mi desnudez, mirada anhelante, gargantas secas, voz herrumbrada por siglos de erótica demanda, ruego de meretrices clamando por mi sexo. Me hicieron vuestro, no voy a desmentirlo, aun cuando esta revelación haga brotar lágrimas a mi enamorada niña.

Benazir, te lo suplico, mi cuerpo nunca les perteneció, se apoderaron de él, me convirtieron en prisionero de sus oprobios, pero debes creerme, no tenía modo de resistirme. El espanto me dominó, mi hombría se expresó para complacerlas, pero no hubo amor ni pasión, sólo temor que me indujo a cumplir pretendiendo que eran ellas mi destino final. Perdona mi debilidad, Benazir. Si pudieras verte reflejada en aguas cristalinas, advertirías tus ojos llenos de horror, tienes miedo de ellas, mi pequeña. Tú que desafiaste al Califa por amor a mí, les temes, pese a que te tengo asida de la mano y mi pecho se engrandeció para escoltarte hasta el paraíso ¿Por qué no habría de temerles yo, solo con mis tormentos, sabiéndome impedido de escapar?
Ellas me resguardaban de los otros demonios. Ellas, cual jauría de perras rabiosas, me defendían de quienes osaban acercárseme. Sí, Benazir, no son las únicas, hay más, son decenas pero no se muestran, se ocultan, se camuflan, y desde sus escondrijos avasallaban mi juicio. Ellas me volvieron frágil, supeditado a sus caprichos de féminas excitadas a cambio de protección. Empero, nunca les concedí mi alma, esa es sólo tuya; por ella acudían, lo sabía. Más de mi sexo sólo manaba néctar amargo del que aguanta por amor. Mi espíritu estaba fuera de mí, mi cuerpo, extrañado, no tenía esencia, esta quedó en tus entrañas, mi amada. 

Pero ya no temas, no pueden lastimarnos, se agotaron sus energías.
Alcanzo a observar en sus miradas que perdieron el rumbo, sin señor que las guíe por la senda del vicio. Quédate detrás de mí, mi esqueleto, ahora erguido, será tu refugio. Evoco la noche en que, embelesado por tu miel, me dejé prender, pero ya no, jamás volverán a apartarnos, tú y yo somos uno. No vacilaré en enfrentarme al harén de Satán y todos sus estúpidos súbditos si intentan interferir en nuestro destino.
Las arpías picaron mi cerebro, han vaciado mi cráneo, se atiborraron hasta el hartazgo despojándome de cognición a cambio de sus fluidos que, sediento, succioné de sus sexos cual majadero.
Ya no quiero ser un pervertido succionador de los flujos del ardor. Os prometo, adorada Benazir, que no volveré a enredarme en sus brazos, ni consumirme en el deseo de sus lenguas fermentadas.


¡Vosotras perdieron el poder, desquiciadas que se piensan soberanas! ¡Reinas del orbe bruno, no sois más que pobres lémures! Percibo el pavor en sus cuencas, huelo aprensión en sus pieles. Temen, sí, temen mientras me burlo de ustedes ahora que la pureza de mi princesa envuelve mi ser restableciéndome la razón perdida.
¿Qué os importa a dónde iremos? No os preocupéis. Percibo que estáis alteradas. Calma, brujas de la noche, mi dama y yo, no pertenecemos a vuestro dominio, y de aquí saldremos para restituirles el  trono a los viles señores
¿Escucháis sus lamentos, sus voces pidiendo piedad? Son ellos, vuestro amo y sus prosélitos, sin DIOS que los oiga. Será mejor que vayáis por ellos, tal vez tengáis valor de sacarlos del fango,  o hundiros también vosotras. Guardad el señuelo con el que me cogisteis ¡Háganse a un lado, no me obstruyan la salida o en mi ira las arrastraré con mis manos hasta el pantano!



miércoles, 20 de septiembre de 2017

AÚN SANGRAN NUESTRAS VENAS

JAQUE AL NEOLIBERALISMO


Latinoamérica está más viva que nunca,
Y aunque debilitada y vendida
Por unos pocos poderosos
A otros pocos poderosos,
Tomaremos el ejemplo de esos héroes
Que con gallardía dieron su vida
Por vernos libres de cadenas.

Que no hay Imperio que no haya caído
Cuando el abuso despierta al león dormido
Que es símbolo de nuestros pueblos.

No nos demos por vencidos, ni bajemos la cabeza,
Hermanos latinoamericanos,
Que el futuro está en nuestras manos
Y no en las de los déspotas
Usurpadores del primer mundo
Que nos quitan lo que es nuestro
Hundiéndonos en la hambruna.