CONOCIÉNDOME UN POCO MÁS…
UN CAMINO NO ESCOGIDO…UN
CAMINO QUE FUE DESIGNIO ...
Nací en la ciudad de Buenos Aires- Argentina. Desde muy
pequeña manifesté vocación por la escritura pero la rigidez de mi hogar- hija
menor de familia de clase media- me llevaron por otros caminos. Mis padres no
consideraban que debía malgastar mi tiempo en ser escritora sino buscar una
profesión más lucrativa y que me brindara bienestar económico. Así fue que me recibí de “Instrumentadora Quirúrgica”,
una carrera no elegida, ni siquiera sabía bien de qué se trataba pero la vida
tiene atajos y sin pensarlo me vi inmersa en ese mundo de guardapolvos blancos
y olor a dolor y muerte …amiga y contrincante, compañera inseparable desde
siempre.
Pasé más de treinta años abocada a esta profesión en hospitales
públicos, dejando a un lado a la escritora que pugnaba por salir. Cuando me preguntan
sobre esta etapa de mi vida, suelo responder que me ha sido de gran ayuda para
descubrir un universo donde imperan las carencias afectivas y económicas.
Repentinamente abandoné la campana de cristal que me protegía de las
hostilidades para sumergirme en ese orbe, encerrada en mi soberbia ¿Quiénes
eran esas personas que me rodeaban? ¿Cómo osaban dirigirse a mí con esa
confianza que rayaba la insolencia? ¿No se daban cuenta que yo no pertenecía a
ellos?
Poco a poco fui mutando mi esencia, ya no era tan rígida, mi
corazón se estremecía ante la visión de una madre que lloraba la muerte de su
pequeño, mis piernas se aflojaban cuando al pasar por Terapia Intensiva, veía a
una jovencita llorando ¡Dios! ¿Quién será la persona que agoniza en una cama
mientras ella espera que le digan “hicimos lo que pudimos pero…”?
Fueron tantos los cachetazos recibidos, tanta la angustia que
se impregnaba en mi piel que la soberbia se derrumbó y el espíritu solidario se
hizo presente. No escasearon las caricias, las palabras de consuelo, el abrazo,
el beso, la sonrisa, todo lo que fuera necesario para que el “paciente” se
sienta cuidado y apreciado. Ellos, los pacientes, fueron los que dieron origen
a esta mujer que hoy soy. Alguien que no regatea muestras de afecto pues he
comprendido el valor de esas exiguas manifestaciones amorosas ¡Cuestan tan poco
y son tan productivas!
Finalmente y ante la necesidad de un cable a tierra que me
ayude a sacudirme el sufrimiento ajeno, comencé a escribir sin afán de triunfar
en el mundo literario. En mis primeros
textos había una fuerte inclinación hacia la temática social, denunciando desde
mis prosas y poemas, la injusticia, la falta de igualdad, la miseria humana.
Más tarde, siendo madre de dos pequeños ingresé a la
Universidad de Buenos Aires (UBA), Facultad de Filosofía y Letras. Me anoté en
la carrera de Letras que no llegué a concluir pues no lo consideré relevante
para mi producción literaria ni tampoco anhelaba ser una Licenciada en Letras,
no me alimento de títulos. Cursé las materias que me brindaron herramientas,
entre ellas Teoría y Análisis Literario, Semiología, Filosofía, Antropología,
Psicología, Gramática y Literatura Inglesa, entre otras tantas. También
incursioné en la carrera de Edición, en la misma Universidad y paralelamente.
Hoy, gracias a esta última, me dedico a
la corrección de textos de otros autores, un lindo desafío, no piensen que es
cosa fácil respetar lo que el escritor quiere expresar cuando una mete mano. Participé,
además en Talleres Literarios e hice el curso de guionista para cine y
televisión en el” Centro Cultural San Martín” de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.
Llevo escritas dos novelas: VIAJE SIN RETORNO y LAS ORQUÍDEAS
LLORAN DIAMANTES SOBRE EL PANTANO (esta última en coautoría con el escritor y
artista plástico, Oswaldo Mejía). Cuento, además con varios relatos, cortos y
largos y diversidad de poemas,
alternando entre el género fantástico y la denuncia social.
Aún inédita por decisión propia -soy de las que piensan que
las cosas llegan cuando deben llegar- he recibido algunos premios en diferentes
concursos literarios. Les confieso que tampoco me interesan, yo no escribo para
que me premien, escribo para liberar mi alma de emociones que se acumulan y si
en ese desahogo consigo tocar el corazón de quien me lee, puedo decir “objetivo
cumplido”.
En la actualidad dedico la mayor parte de mi tiempo a escribir con Oswaldo Mejía, un
escritor y artista plástico que ejerció una fuerte influencia sobre mi propia
producción, mutando la misma de lo concreto a lo subliminal.
Hoy vivo relajada, no espero nada, sólo aquello que la vida me quiera ofrendar...tal vez...un poco de paz...