El
camino se estrecha de un modo apabullante; la flora es cada vez más tupida, no
puedo ver nada, voy tanteando, no dejo de tropezar y con cada traspié dejo rastros
de sangre, trozos de piel. Los insectos se ensañan con mi cara, la palpo y no
encuentro mi fisonomía; ellos, hambrientos, feroces y salvajes, van engullendo
cada porción de mi rostro.
Siento
el pecho oprimido, no puedo respirar ¿Cómo es posible? No es por falta de oxígeno;
son las narinas selladas por espeluznantes hormigas carnívoras ¡Dios mío! Ahora
atacan mi garganta, ingresan por la boca, aprieto los labios pero igual entran
y se dirigen directamente hacia mis cuerdas vocales. Pretendo gritar, pedir
ayuda pero no sale ni un pequeño gruñido, la acústica es ausencia que impide.
Los párpados están abultados y aunque no consigo ver, sé que nadie podría
auxiliarme ya que estoy sola en este paraje donde, intuyo, voy a morir. Soy
presa del pánico…Hago un último intento y finalmente me rindo, me entrego…ya no
hay nada por hacer, nada por perder, todo se extravió junto a mi cordura.
Aspiro
pero el aire no entra. Se colapsaron los pulmones; la angustia se apoderó de
mí, circulando por mis venas en loca carrera, pero no hay retorno venoso, entonces
tampoco hay retorno para mí. Los párpados se pliegan; las piernas no responden.
Me apoyo en las raíces de un árbol enorme y allí pierdo el conocimiento.
¿Quién
me trajo hasta aquí, cómo llegué a esta gruta? He recuperado mis sentidos pero
no la razón. Grito y mi rugido se expande más allá de esta rocosa caverna donde
impera la oscuridad. No más árboles, no más insectos, sólo una aterradora
neblina y sonidos de serpientes reptando a mí alrededor. Huyo espantada pero
logro detenerme a tiempo. El horizonte es un precipicio ¿Quién me trajo hasta
aquí, cómo llegué al abismo? Cuántos enigmas sin respuestas… De todos modos no
tiene importancia, tengo que salir de este lugar como sea.
-No
hay nada que perder, ya está todo perdido.
Aparto
los brazos y evito mirar para que la cobardía no me disuada de saltar, aun
sabiendo que la última etapa es la muerte, pues se acabó la vida ¿Tuve una vida
antes? No lo recuerdo; es posible que haya nacido en este preciso instante en
que me dispongo a desertar, a lanzarme y lo hago con la firme convicción de que
es la única salida.
-¡Ahora!
¡OH,
estoy planeando! Esperaba una vertiginosa caída, despedazarme contra los
canteros, pero no, floto con la gracia de un cóndor más lo hago sobre aguas
cristalinas, puedo ver peces de colores y la arena blanca y el sol
deslumbrando. Voy a descender allí, en esa playa paradisíaca. No obstante, el
viento revierte tornándose impetuoso.
Me
atrae un torbellino pujante; vuelvo a perder el control, no responden mis
manos, pruebo agitarlas en busca de un aleteo pero están estáticas, mis brazos
están estáticos, perdí las manos, muñones hay en su lugar. Las piernas, si
pudiera sentirlas lograría caer de cuclillas, pero tampoco las siento, mi
cuerpo es inconsistente. Mi cuerpo es volátil, un monstruo etéreo pretendiendo
perpetuarse en el horror que me incita a
ser parte del mundo de las almas perdidas.
A
pocos metros del mar, suspendida en el
aire, puedo distinguir con nitidez el embudo presto a devorarme. Voy directo
hacia él aunque mi voluntad no lo quiera, pero ya no soy dueña de mi voluntad
¿De dónde proviene esta fuerza invisible que juega conmigo como una hoja que
del árbol se desgaja para sucumbir en un destino lejano a la rama que la
amparaba?
Me
sumerjo con la violencia de la piedra arrojada al río, pero una vez en las
profundidades mis movimientos son ondulantes, serenos, veloces como un tiburón
que huele sangre humana y va en busca de su botín.
Súbitamente
me hallo en un túnel submarino, no hay agua, sólo escasas infiltraciones que se
evaporan con el calor. Distingo una luz,
hacia ella voy.
-No
hay nada que perder, ya está todo perdido.
A
medida que voy acercándome al límite, diviso una silueta, alta, corpulenta. No
le temo, vibraciones de amor me atraen hacia él…voy…sus brazos se extienden
incitándome a unirme a su abrazo. Me envuelve contra su pecho; no es
incorpóreo, no es inmaterial, sus músculos son fuertes. Permanecemos
extasiados, suspendidos en un apretón que se eterniza. Sus manos toman mi cara;
no quiero, me niego, mi rostro de monstruo lo forjaría a fugarse y es el único
ser que puede ayudarme. No quiero que se vaya, no debo perderlo, es todo lo que
poseo.
Sus
manos son más enérgicas que mi obstinación. Lo miro estremecida esperando ver
aprensión en sus ojos y sin embargo…
-¡Qué
hermosa! Juraría que eres un ángel pero no lo eres, eres la mujer que por
siglos esperé apostado en este espacio. Toma mi mano, sígueme, voy a llevarte
al Edén Azul…