Escribo
para escupir mi bronca; sé que estas palabras nunca llegarán a usted. Usted
no tiene lugar en mi mundo. Pero igualmente le escribo porque no sé dónde
encontrarlo. Usted sabe ocultarse, tiene una estructura que lo protege, no
porque su vida valga algo, en realidad no vale nada, por eso lo arreglan con
algunos billetes que le impulsan a realizar su trabajo rápida y eficazmente.
Cumple
su misión, entrega la mercadería y se va a casa a cenar con su familia, porque
seguramente usted tiene familia ¿Mujer, hijas, hermanas, madre? Una familia que
hay que mantener y bueno, eligió el camino más fácil. Si lo que yo gano por
mes, trabajando duro, usted lo triplica en diez días, también trabajando duro,
claro, no minimicemos su tarea que buenos dolores de cabeza le acarreará. No
todas las jornadas laborales son iguales y usted no debe ser la excepción.
Digo,
va a su casa a cenar, orgulloso de llevar el pan a la mesa o… ¿Todavía le queda
algo de dignidad para meterse en un bar y emborracharse hasta olvidarse de lo sórdida
y patética que es su existencia? Sucia es, eso no se discute y
miserable…también, sí, es miserable.
Usted
no se lleva la suma grande; esa es para el “jefe”, el señor de traje y corbata,
el señor que bebe champagne, no para ahogar las culpas porque no las tiene.
Bebe porque tiene gente como usted que le engorda la cuenta bancaria y él no
tiene escrúpulos, tiene muchas razones para festejar. En cambio usted algo de
duda me genera. Me pregunto y le pregunto ¿Qué siente cuando sale con el coche
de la “empresa” para atrapar a sus presas? ¿Le produce placer, morbo tal vez,
ver los ojos asustados de la jovencita que no sabe por qué usted la mete en un
coche y la arranca de su familia?
Esa
es su tarea. Transportarla a un sucio burdel y abandonarla para no volver a
verla, no le interesa la suerte que correrá. A mí me gustaría creer que sí le
interesa pero que no quiere pensar porque usted también tiene hijas que podrían
ser víctimas de sus “colegas”, pero claro, el dinero se impone y es más fácil
ganarlo de ése modo, más redituable diría yo. Sobrio o borracho, llega a casa y
se acuesta pero ¿Duerme, puede dormir en paz o sus sueños son pesadillas
recurrentes? ¿Puede imaginar a esa niña adolescente que a fuerza de drogas y
golpes fue convertida en una esclava sexual sobre la que pondrán sus asquerosas
manos hombres tan sórdidos y morbosos como usted?
Me
quedo con la duda y la impotencia de saber que nunca se va a acabar, que miles
de chicas inocentes verán sus vidas y las de sus familias destruidas para
siempre, porque aunque a veces, no siempre, la policía haga redadas para calmar
a la sociedad, y en la redada libere a varias, ellas no volverán a ser las
mismas. Usted tampoco. Usted, sentado frente al televisor, mirará los rostros
que antes vio, rostros golpeados, cuerpos con cicatrices, almas desgarradas. No
importa, todavía le queda el control remoto, aprieta una tecla y mira alguna
película de acción. Mañana es otro día, una nueva jornada laboral lo espera.