Cuida
tus palabras, piensa antes de pronunciarlas, no olvides que, como la flecha,
cuando las lanzas, no hay retorno.
Y si
debes reclamar, modula tu entonación. Puedes decir lo que quieras, pero cuida
la manera.
No des consejos
que nadie te ha pedido, no ofrezcas aquello que no te demandaron.
Sonríe
cuando hablas, y notarás cómo las palabras se endulzan, se tornan tenues
melodías, conmoviendo al receptor.
Se
firme en lo que digas pero no te pienses dueño de la
verdad, cada cual tiene la suya ¿De quién es, en realidad?
Las
palabras son los signos que nos vuelven personas. Significados y significantes,
deben emitirse con sabiduría, invitando a reflexionar, u obsequiando esperanza.
Mas no
olvides el viejo refrán que dice que si eres esclavo de tus palabras, eres el
dueño de
tus silencios ¿Cuál será el conveniente?
Si
pudiste discernir, entonces no hables por hablar. Desiste de los soliloquios
que de tanto rumiar, han perdido el interés en los otros.
Convivimos
bajo una misma atmósfera, no la contamines con palabras insidiosas.
Autora:
Myriam Jara- Navegante Literaria
(Protegido
en el Registro Nacional de los Derechos de Autor)