Somos emergentes de una sociedad que no se supera, sino que
supura el líquido viscoso, amargo y espeso que intenta pegotear nuestra
humanidad en el vano intento de condensar nuestra esencia en sus repugnantes
humores de una vida mal vivida. Mas no lo consiguen, no pueden, no es sencillo
hacerlo sin emerger ellos de esa inmundicia que les es propia.
Emergentes somos esos pocos que sobrevivimos sin
envilecernos, esos que tomamos la posta de utopías incomprendidas por las
amebas que habitan esta tierra, fingiendo ser humanos, suponiendo que en sus
masas encefálicas hay una dinámica que llamamos sinapsis pero ¿Qué sinapsis si
sólo poseen una neurona?
Emergentes somos, por poetas y orates. Pretendemos evadirnos
del flagelo, del estigma de ser los mal vistos por no danzar a su ritmo, por no
cerrar la boca, por gritar sin gritos, silencios que duelen más que el aullido
que los de raciocinio exiguo lanzan al viento y en el más allá se extravían
¿Quién va a escucharlos si cada cual ruge su propio bramido, incomprensibles en
la torre de Babel que ellos trajeron del pasado? ¿O nunca la abandonaron?
Nuestro mutismo, por el contrario, taladra sus tímpanos cuando clavamos la
mirada en sus ojos, miradas piadosas, mirada sin pestañas ni parpadeos, miradas
que a ellos le saben a aguijones cuando las fijamos en ellos.
¿Qué hicimos los poetas, los locos, los “mal vistos”, para
ser escogidos como emergentes? Tal vez
la palabra, encadenamiento de signos, significados y significantes que movemos
sin miedo y con firmeza en el gran tablero de sus huecas existencias. Piezas
que parecen livianas pero pesan, y sin embargo, nosotros, los poetas, locos mal
vistos, las movemos a nuestro antojo, dibujando conjunciones que confunden,
esas que indican que el mundo no es como es, que el mundo fue indignamente
moldeado por unos pocos malos jugadores, y pese a ellos, hoy se impone
cambiarlo por los únicos capaces de hacerlo con la suavidad de una pluma, sin
violencia, pues nuestras bombas son sintagmas, nuestros misiles, el teclado.
Hemos de cambiarlo, ya que es eso o
pegar el gran salto al vacío sideral.
Nos despertamos una mañana, como todos los mañanas, prestos
a iniciar el juego pero… ¡Las fichas fueron robadas! ¿Con qué hemos de jugar,
ahora que el tablero está carente de signos? Amigo mío, no desesperes, aún
poseemos la razón y el ingenio para crear nuevos signos. Siglos tardarán en
comprenderlo y para entonces…el mundo ya habrá cambiado.
Ilustración: Oswaldo Mejía- Artista Plástico
Me resulta muy bueno, amiga. Dices mucho, y, lo dices bien. Estupendo.
ResponderEliminarBesos
Gracias, amigo, un placer volver a verte por aquí. Besos!!!
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