Lo
seguía, constantemente lo seguía. Corría detrás de él, quería conocerlo,
tocarlo… pero no se dejaba alcanzar.
Soy
de naturaleza dérmica, cedo a la ineludible comunicación de piel a piel. No
concebía una vida sin él, era mi obsesión, la parte vital de mí ser, esa que te
exige y a la vez ofrenda aliento, brío, energía, ¡todo tan necesario para no
caer en el oscuro clamor de la supervivencia!
Pero
me cansé y abandoné la carrera. Surtí mis alforjas con SOLEDAD, con la cual conseguiría aplacar mis apetencias; llené mi cantimplora con litros de LÁGRIMAS para apaciguar
mi sed, y emprendí el viaje a la jungla enmarañada de los DESEOS tupidos que
obstruyen la visión del cielo, y entonces no hay más mañana que ese instante en
el que perduro.
Del
mismo modo, urgía un arma para defenderme ante posibles ataques de invasores o
fieras detractoras de mi subconsciente, EVOCACIONES que se eternizaban en el
intento de abatirme. Lo conseguían, sí; a menudo debía beber a raudales esos litros
de mis lágrimas para digerir los pedazos mal masticados de la existencia dada.
FANTASÍA,
imperecedera compañera de mis largas jornadas, era la única que tenía permitido
el ingreso a mi hábitat. Ella me llevaba de paseo por paisajes con visos de
diferentes colores que me reanimaban.
Ni
bien despuntaba el día, cargábamos un saco con melodías suaves o estridentes,
siempre dependiendo de mi estado de ánimo, por momentos melancólicos, algunos,
muy pocos, eufóricos; una u otra serían de utilidad.
No
lo pasaba mal en el mundo onírico, salvo
por la representación de algunos fantasmas, entes idiotas que insistían en
confinarme a esa celda con paredes revestidas de desasosiego y opresiones. Pero
yo seguía mi camino con FANTASÍA, los ignoraba, entonces se fastidiaban y me
dejaban en paz por unas horas.
Así,
como el yuyo que crece regado por la lluvia, sin caricias, sin macetas, sin
matices, fui dispersando migas de alegría cubiertas de incredulidad.
Ocurrió
un día, no sé exactamente en qué momento, tampoco interesa, ya que no había etapas en mi andar, sólo tenía una: COTIDANEIDAD. Obligada estación antes y después de mis vagabundeos con
FANTASÍA. Una sola pero tan eficazmente peligrosa y atormentadora que el día
que me arrolló de un modo brutal y salvaje, esgrimí mi arma y la ataqué con tal
furia que se puso de cuclillas en un rincón reclamando MISERICORDIA.
-
¡No, ya no más!- Fui categórica, no dejé lugar para la DUDA, ¡otra que empañaba
mi austera e irrisoria felicidad!
FANTASÍA
me proveyó del instrumento. Ella encontró la PLUMA con la que me salvaguardaría
desde ese momento y para siempre. Mi pluma era liviana, de apariencia
inofensiva, hasta inservible si se quiere pero no, tenía el poder de avivar
palabras escritas, de aullar los silencios del miedo. Mi pluma… el atajo que me
condujo directamente al encuentro de quien por tanto tiempo perseguí.
AMOR
es su nombre...
AMOR, te busqué donde no debía. Si no eres tangible, ¿por qué ese
necio empeño de escudriñar en un mundo que no te admite? Te descubrí
acurrucadito en un pedacito de mi corazón, nos hicimos muy amigos. ¿Te acuerdas
qué sorpresa nos llevamos cuando nos topamos cara a cara? Nos gustamos de
inmediato y vivimos un eterno romance, siendo FANTASÍA la madrina de nuestros
vástagos paridos con la PLUMA.
Hijos
que aún sigo pariendo porque… ¡Qué insaciable semental eres, AMOR, cuando tu
presencia se reduce a mi otro yo!
Te ha quedado estupendo, amiga. Esto no tiene desperdicio, como decimos por acá.
ResponderEliminarBesos
Sí, también acá decimos así. Muchas gracias, mi querido Pichy. Besitos
ResponderEliminar