Siento el frío del adiós
Recorriéndome la espalda,
Inundándome el alma
Con lágrimas amargas.
¿Por qué lo hice?
¿Por qué te abandoné?
Si tu amor me llenaba,
Si tu risa, mi concordancia…
Ya no busco las respuestas
De ese adiós que te entregué,
Aun sabiendo que te mataba,
Aun sabiendo que me mataba.
Hoy no sirve de nada
Mirar hacia atrás y lamentarse.
Cuando los tiempos felices…
Cuando la dicha circundante…
Tuve miedo ¿Puedes percibirlo?
Quién nunca fue amado,
No comprende la conmoción
De un corazón palpitando.
Sólo espero que me perdones,
Que recuerdes lo vivido,
Que sepas que en mi alma,
Tu presencia sigue viva.
Cuando se sequen los mares,
Cuando se deshielen los polos,
Cuando mi cuerpo agonice,
Yo te seguiré, en silencio, amando.
Todo amor que no fraguó y se deshizo sin compasión, como ocurre con la nieve en el deshielo, es difícil de olvidar, precisamente porque siempre nos preguntaremos eso de; "¿qué falló, falló él o fallé yo...?" lógicamente son preguntas que jamás tendrán una buena respuesta, lo mejor es seguir caminando, no pararse ni volver atrás. Me encantaron tus letras. Un fuerte abrazo amiga Myriam.
ResponderEliminarAsí debe ser, Frank, no siempre hay que escuchar al corazón, mejor dejarse llevar por la razón y continuar sin pensar más. Un abrazo de oso para vos y muchas gracias por tu visita.
EliminarMagnifico Myriam. Es un poema cargado de imagenes bellamente contradictorias, tipicas del enfrentamiento entre la razon y los sentimientos. Humanas en resumidas cuentas.
ResponderEliminarUn beso
Tal cual, Ricardo, como la vida misma, vivimos entre contradicciones. Besos y muchísimas gracias por tu sabio comentario.
EliminarDisfruté la lectura de tus líneas; me encantó el final.
ResponderEliminarAbrazotes, amigaza
Beto Brom, desde Israel
Mil gracias, querido Beto. Shalom!!!
EliminarApasionado poema, amiga. Siempre me resulta de mucho placer leerte.
ResponderEliminarBesos