Avanzo prudentemente y en puntas de
pie. Me resulta extraño este limbo, extraña soy, extrañada estoy, no obstante
no he de detenerme pues más allá de los cúmulos me espera el tesoro que ha de
restituirme el brillo de mi aurea opacada por años de encierro.
Sigilosamente pero en estado de
alerta, me sacudo el miedo, trago saliva en pos de disolver la angustia y
avanzo… avanzo…avanzo…
En cuestión de minutos el gris vira a
negro profundo. Mal signo, me preocupa.
¿Es común que esto ocurra? No lo sé,
no estoy segura de nada, no es mi mundo. Soy como la nube que sorprende al
desierto generando recelo.
Me pongo en cuclillas y oculto mi
corona dorada y sin embargo, a medida que el negro se intensifica, el dorado
insiste en su rol protagónico.
¿Cómo escapar sin ser pillada por los
tenebrosos habitantes de la zona?
Imposible, me encuentro a mitad de
camino, cercada por alimañas dispuestas a devorarme…
¿Avanzar? ¿Retroceder?
Estoy a mitad de camino…