A mi me duele tu
partida, me duele porque no vas a estar conmigo, me duele porque no estuve con
vos cuando me lo pediste, me duele porque no supe hacer un huequito para
escucharte, para mimarte, para decirte que no era necesario que nos contara tus
historias para saber que eras un buen hombre.
Te reté ¿Te acordás?
Fue en EL MOROCHO. Vos querías adueñarte del micrófono y yo no quería que te
miraran mal, entonces te dije que te callaras, que dejaras que hablaran los
otros y vos me hiciste caso, tonto Mario. Me hiciste caso porque me querías y
yo no te retribuí ese cariño con un café, lo único que me pediste.
Tenía veintidós años
cuando estaba de guardia. 23 de diciembre, nunca lo voy a olvidar. Mientras yo
estaba haciendo masajes cardíacos a una paciente mi papá estaba muriendo y yo
no lo sabía. Fue la más triste de mis navidades. Me enteré el 24, el día de
Nochebuena, recién entonces se animaron a decirme que no iba a compartir la
mesa con nosotros, y lloré, lloré de impotencia porque no estuve a su lado
cuando su corazón dejó de latir; estaba lidiando para que latiera el corazón de
una extraña, y tampoco volvió a latir, y lloré- soy muy llorona- porque su hijo
de dieciséis años se arrojó sobre el cuerpo de su mamá diciéndole que no podría
volver a festejar la Navidad
sin pensar en ella.
Ironías de la vida, yo
me puse en la piel del muchachito y pensé “¡Qué pena por él, que suerte que yo
no tengo que llorar la muerte de ningún ser querido!” En ese instante mi papá
estaba muriendo. Nos unió el dolor a ese muchachito del que ni siquiera sé su
nombre.
Ironías de la vida.
Esta Navidad la paso en el hospital, con los enfermos, con los que también
estarán lejos de su familia como yo, y no voy a poder evitar pensar en vos,
Mario, en mi amigo, en el que dejé de lado por falta de tiempo.
Pero de algo estoy
segura, vas a venir a visitarme a las doce de la noche, un aire tibio me
recorrerá la frente y las mejillas y yo sabré que es tu beso, ese que no te
pude dar antes de irte.
Esta Navidad va a ser
la mejor de tu vida. Vas a estar al lado del homenajeado, vos y Jesús, juntos.
No más soledad, Mario, no más tristezas. Pronto nos vamos a encontrar, yo
también estoy en la edad en la que el futuro es de aquí a dos minutos.
¡FELIZ NAVIDAD MARIO
HORACIO AGUILAR!
Autora: Myriam Jara- Navegante Literaria
(Protegido en el Registro Nacional de los Derechos de Autor)